A veces notamos que tanto los médicos como los medicamentos tratan los síntomas con cierto éxito. Sin embargo, no pueden llegar a curar por completo la enfermedad que los provoca. 

Con el tiempo, la búsqueda de la «cura perfecta» ha provocado la masificación del medicamento en el mercado. Sobre todo de aquellos que se pueden comprar sin receta médica, bien sea en farmacias, droguerías u otros establecimientos comerciales. Pareciera que hay más medicamentos que enfermedades, por lo que no es de extrañar que con tantas opciones ante un problema de salud, muchos pacientes opten primero por la automedicación.

En la sociedad actual la medicina se ha convertido en una especie de héroe que todo lo soluciona. De este modo representa un colosal negocio, a expensas casi siempre del paciente.

Se nos ha enseñado a sentir pánico por la muerte y a envejecer. Es por ello que algunos expertos advierten que es necesario realizar cambios urgentes en el paradigma de cómo se trabaja el tratamiento médico con los pacientes.

Tratamiento individualizado

En primer lugar, tenemos que la prescripción de un tratamiento no debe ser un acto reflejo generalizado para la enfermedad. He aquí la gran falla de la mayoría de los tratamientos médicos que no sanan. Estos se realizan en base a una rutina que sistematiza y ordena paso por paso cómo actuar y establecer una terapéutica para cada caso. Existen muchos refranes de la sabiduría popular que hacen referencia a ello, hasta de manera irónica.

Por lo general, tras el diagnóstico, el médico suele enfocarse en tratar cada síntoma asociado con un fármaco específico. Esto produce un alivio aparente de la situación general del paciente. Pero, para llegar a la curación completa, no se puede estandarizar la prescripción. Es decir, darles a todos los pacientes el mismo tratamiento no puede curarlos. Aunque todos tuvieran la misma enfermedad, la respuesta de cada uno al mismo medicamento puede ser diferente. En cada uno operan factores biológicos, psicológicos, ambientales y sociales, que valen la pena considerar.

El tratamiento más eficaz, seguro y conveniente puede indicarse con una perspectiva más holística y menos tradicional. Cada individuo necesita ser tratado de manera individualizada. Para ello se requiere que, como ocurre en la medicina oriental, el médico tenga un conocimiento completo no solo del problema que aqueja al paciente (es decir, su mecanismo, tratamientos posibles y sus causas), sino también del entorno que lo rodea.

 

El médico que sana

En segundo lugar, el médico constituye el primer tratamiento del enfermo, llegando a ser considerado casi como un placebo. Por ello debe haber una sinergia entre médico-paciente. Si fluye la empatía el tratamiento genera desde el principio una aceptación y, por ende, una respuesta psicológica e inmunológica que potencia sus beneficios.

Está comprobado que el médico puede inducir consciente o inconscientemente mecanismos innatos en el paciente, para que éste alcance su sanación y posterior recuperación.

Diferencia entre curar y sanar

Y en tercer y último lugar, tenemos que aprender a diferenciar entre curar y sanar. Porque aunque con la medicina los síntomas visibles de la enfermedad desaparezcan, ello no quiere decir que la persona realmente haya sanado.

En conclusión, hay que reflexionar y buscar la verdadera raíz de nuestros males. De este modo encontraremos las soluciones. Un tratamiento farmacológico adecuado a los síntomas se debe acompañar con un cambio en las condiciones que puedan estar causando la enfermedad.  Esa es la combinación correcta para poder conseguir la salud.

 

Escrito por la Doctora Mariela Travieso