En el artículo anterior explicamos cómo perdemos la salud debido a cinco hábitos de comportamiento. Ahora es tiempo de profundizar sobre otras cinco pautas alimentarias, igual de importantes, que podemos atender si queremos disfrutar de una buena y larga vida.
Estos son los factores alimenticios para observar y, en cada caso, atender.
1. Bebemos mala calidad de agua
Beber agua es una consigna fundamental para tener buena salud. Este líquido vital es irremplazable porque forma parte integral de nuestro cuerpo. Nos ayuda a depurar cada una de nuestras células y equilibrar nuestro peso corporal, además de ser imprescindible para la vida.
Una baja ingesta diaria de agua (menos de 2 litros diarios) predispone dolores de cabeza, alergias e infección urinaria.
Pero beber agua contaminada es otra de las causas de enfermedad. Puede transmitir diarrea, cólera, disentería, la fiebre tifoidea y poliomielitis.
La OSM calcula que la contaminación del agua potable provoca más de 502 mil muertes por diarrea al año. Además, prevé que de aquí a 2025, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua.
2. Nos mal nutrimos
El factor nutricional es básico para mantener un sistema inmunológico en óptimo funcionamiento y conservar la salud.
Dan Buettner explora en su último libro los hábitos saludables para vivir más. En El Secreto de las Zonas Azules (The Blue Zones Challenge), el nutricionista detalla el estudio de hábitos alimenticios en lugares del mundo destacados por tener más población longeva.
En un artículo del portal Infobae se resumen estos secretos: aumentar la ingesta de granos integrales, verduras, frutas, frijoles y alimentos fermentados (como el chucrut, el yogur bajo en azúcar, el tempeh, entre otros).
Además, recomiendan acostumbrarse a sazonar con ajo, cúrcuma y jengibre e incorporar alimentos ricos en polifenoles (como café, bayas, nueces, espinacas y chocolate negro).
3. Agregamos azúcares a nuestros alimentos
Incorporar azúcar a lo que bebemos o comemos y elegir productos elaborados con ella, es como perdemos la salud, casi sin darnos cuenta.
Además de dañarnos la dentadura y la piel, el azúcar estimula el almacenamiento de grasas, que propicia la hipertensión y el aumento de peso corporal.
Da igual si está refinada o no, si aparece en forma de jarabe o jugo concentrado de frutas. Se trata de calorías vacías que llenan el estómago, pero no alimentan.
La alta ingesta de azúcar diaria, actúa de una manera similar al alcohol. En el largo plazo afecta nuestras facultades cognitivas y aumenta el riesgo de sufrir demencia y Alzheimer.
Además, el alto consumo eleva el riesgo de padecer diabetes, enfermedades cardiovasculares y también cáncer.
4. Elegimos carbohidratos refinados
Tienen un aspecto de pureza, son mas fáciles de cocinar y, a veces, resultan más económicos. Sin embargo, como el azúcar, cuando elegimos carbohidratos refinados día a día perdemos la salud.
La harina que consumimos en el pan y pastas, aunque también el arroz pelado y almidones como la papa, yuca producen o agravan condiciones como presión alta, valores altos de colesterol y triglicéridos.
El doctor Santiago Restrepo, de Colosalud, destaca el valor de la fibra (presente en cereales y harinas no refinadas) «en el correcto funcionamiento del tubo digestivo y su necesaria participación para mantener el equilibrio entre la absorción de nutrimentos y la eliminación de las calorías en exceso de la incorrecta alimentación».
Por eso, tanto el cáncer, como los pólipos del colon o intestino grueso se relacionan con la falta de fibra y proteína en la alimentación.
Además, los carbohidratos refinados obligan al cuerpo a soportar un abuso de glucosa en su sangre y a producir demasiada insulina. «El exceso de glucosa acumulada prepara el camino para desarrollar una diabetes o agravar la diabetes», subraya Restrepo.
5. Consumimos aceites vegetales hidrogenados
Son grasas más económicas, que se conservan en buen estado durante mucho tiempo, por eso la industria las elige para elaborar infinidad de alimentos procesados. En las etiquetas, estos aceites hidrogenados aparecen muchas veces escondidos como “aceite refinado” o “grasa refinada de origen vegetal”.
Como son aceites tratados en un proceso químico, afectan nuestra salud de la misma manera que otras grasas de origen animal. Es decir: elevan el colesterol y los triglicéridos en sangre.
Además, los aceites hidrogenados colaboran en procesos inflamatorios que se relacionan con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
La forma de evitar su consumo es, básicamente, reemplazar los productos procesados o precocinados.
En resumen, la forma en como actualmente perdemos la salud tienen estrecha relación con nuestra alimentación. Pequeños o grandes cambios de conducta nos premian con una larga y buena vida.
Escrito por Lic. Anabel González